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"Habla, Señor, que tu siervo escucha"
1 Samuel 3,10
Estando a punto de dormirse y ante la débil luz de la lámpara del altar, Yahweh tuvo que hablarle a Samuel por tres veces seguido y aún así no le escuchaba, pues no pensaba que era Dios quien le llamaba, creía que era su maestro Elí; fue este quien le hizo entender y quien le sugirió responder de esa manera: "Habla Señor, que tu siervo escucha".
Todo humano nace para cumplir una misión específica, pero para ello es necesario que agudice su visión y su audición espiritual de modo que le permita escuchar la voz de Dios para atender a ese llamado divino y poder actuar de acuerdo a la respuesta que nos pide el Creador. Dios nos habla de muchas maneras y dentro de ellas nos habla a menudo a través de nuestros semejante, es decir, a través de las demás personas, nuestro prójimo. En esta concepción de ideas, es así como hoy estoy consciente que para llegar a desempeñarme en la misión de maestro o docente, Dios tuvo que llamarme más de tres veces, al igual que Samuel. Así como el joven Samuel logró entenderlo a través de su maestro Elí, creo que también para mí, Dios se valió de personas que, sin pensarlo, me hicieron escuchar su voz y decidirme a decirle: "Aquí estoy...Señor, para hacer tu voluntad".
Pienso que un primer llamado fue en mi pueblo Las Mercedes, a través de la concejal, en ese entonces, doña Viterminia Blanco de Espinel, quien, sin hablar conmigo ni tampoco habérselo solicitado, hizo la gestión municipal de nombramiento por contrato para que laborara en la Escuela Rural Santa Cruz, lo cual fue para mí una gran sorpresa. Acepté el cargo, pero al cabo de seis meses me retiré, pues no me sentía en disposición para ese trabajo, aunque tenía cierta empatía y simpatía con los niños y niñas que asistían a las clases cotidianas.
Un segundo llamado lo experimenté en el Corregimiento La Gabarra del municipio de Tibú, pues allí, el director del "Liceo Académico de Comercio" que funcionaba en ese entonces, me solicita para que cumpla unas horas cátedra. Acepté ser el profesor del quehacer en esa tarea pedagógica requerida.
Un tercer llamado lo percibí en diciembre de 1983, cuando monseñor Jorge Leonardo Gómez Serna me invita a trabajar en el Programa Maestros Misioneros, que recientemente había creado para la evangelización y suplencia de maestros en escuelas de la región del Catatumbo. Es así como el 20 de enero de 1984 me sumo a esa causa y entro a formar parte del grupo de los 72 Maestros Misioneros que el día 29 fuimos despachados a las diferentes escuelas de la región.
Desde esa fecha, no he salido del aula de clases y he gastado mi vida, como maestro misionero; luego, como cuarto llamado, se da por iniciativa del señor Francisco Robles, quien habló con el corregidor para que recibiera mis documentos y entrara a la nómina de maestros contratados del municipio y llegase a laborar en la Escuela el Cuarenta; de esta manera entro a trabajar en el municipio de Tibú en la modalidad de contrato de renovación anual.
Un quinto llamado se me dio a través de la alcaldía municipal de Tibú para el nombramiento en planta oficial, que en última instancia se dio a nivel nacional dado por el Ministerio de Educación Nacional a solicitud de la Gobernación del departamento Norte de Santander.
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